Cuando despiertas un día cualquiera y descubres que podría ser
el último con esa persona tan amada no es difícil reconocerlo, el último día lo
vives despidiéndote de tus seres amados, de los amigos y dejando claro quienes
son tus enemigos.
Ella siempre exigente con aquello de que yo ya era grande,
(por tener un hijo, debo revaluarlo) y lo suficientemente capaz de “tomar las
riendas de mi vida” fue radical al decirlo, ella prácticamente me obligo a
hacerlo. De su boca salieron las palabras que nunca por más tratamientos que
haga podre sacar de mi cabeza, literalmente dijo “¿Cuándo vas a tomar las
riendas de tu vida, el día que yo me muera? Yo no le voy a durar toda la vida”
, y ese día no estaba lejos estaba más bien pisando sus talones, 10 horas después
ella estaría fría como hielo, y lejos de mi, con su voz apagada para siempre.
Es difícil escribirlo sin sollozar. La última imagen de su
cuerpo en movimiento es su saludo desde lo alto de un puente metálico, agitando
su mano para mi y mi pequeño, si yo lo hubiera sabido con seguridad aquel día
no la habría dejado salir ni me habría marchado de casa.
A estas alturas se que ella sin querer recogió sus pasos,
visito amigos, familiares dio consejos abrazos, se encargo de dejarlo todo en
orden como si el ángel de la muerta la hubiese guiado, yo para ese entonces creía
en un poder superior, el cual después de su muerte y durante casi ocho años por
completo ignore.
Aquella fría y oscura noche pregunte dentro de mi como hacia
desde muy pequeña mirando una imagen religiosa “¿La traerás a casa bien?” ,
pues la respuesta fue nula, jamás había sentido tanto vacío en mi corazón lo
supe unos minutos antes de que la noticia llegara a la puerta, ella ya no
estaba, ni estaría nunca más, la anhelada muerte para mi había llegado a visitar
mi hogar y no por mi, por ella por el único ser humano hasta ese momento capaz
de amarme sin peros con todo lo que eso significaba, la muerte había venido a llevarse mi soporte, y había dejado a
cambio que yo sufriera y continuara en esta terrible prisión de vida que para
mi no era más que una larga agonía en una prisión que ni siquiera encontraba cómoda,
ahora más sola que nunca emprendería una loca carrera por encontrar aquel ángel,
que muchos no reconocen sino hasta a la hora de partir de aquí.
Así que contra todo pronostico yo continúe, pero mas muerta
que viva y tratando con cada aliento dejar este mundo material y huir a los
sueños donde solo ella era capaz de abrazar. La confusión se impuso y no me
dejo mas que dolores, por los próximos 4 años me perdí y me encontré muchas
veces para perderme de nuevo, vi a aquel ángel anhelado, muy cerca lo vi a los
ojos pero decididamente a dejarme en este mundo porque el camino para mi aun
estaba muy lejos de terminar.